martes, 1 de abril de 2014

A LA DIOSA DURGA LE GUSTA EL COLOR ROJO


El templo Rojo de Benarés. Foto de S.M.


El templo de Durga en Benarés es rojo por fuera, bellísimo, sus altas y picudas torrecillas, rojas; sus preciosos muros tallados, rojos. Y rojo y  oro por dentro. Las ofrendas que se le hacen, sobre todo las que le hacen las mujeres, casi todas deben ser rojas o de colores cálidos. Rojas como la sangre que da vida, rojas como la sangre que da muerte. Roja por supuesto la sangre de las cabras que se sacrifican en su honor los días del festival Puja Durga.

 El taxista que nos lleva allí mientras conduce y toca el claxon sin parar, nos cuenta en malinglés algunas peculiaridades del mismo, entre ellas su color. "¿Por qué todo en ese color?" le pregunto yo en mi peoringlés. "Porque a la diosa Durga le gusta el rojo". Punto pelota.

Me pongo en la fila de ofrendas de las mujeres y le entrego una guirnalda de flores naranjas algo espachurrada y desvirtuada porque la compré hace un par de horas  y la he llevado toda la tarde puesta de collar. Quizás la diosa esperaba algo más noble por mi parte, la pobre.


Durga la Bella. 



Durga la Madre. 



Durga la Guerrera.



   Su nombre significa La Inaccesible. Puede tener cuatro, ocho, diez brazos, la mayoría armados, los restantes con atributos que explican sus doctrinas a los fieles, aunque aún deja un par de ellos para bordar delicados mudras con las manos: como buena mujer, lo mismo sirve pa un barrío que pa un fregao. 

   Fue creada por la triada de dioses principales, Brahma, Shiva y Vishnú para que derrotara a los demonios y restableciera el Orden en el mundo gracias a su potente energía femenina: generadora, destructora y regeneradora. En alguna representación de las muchas que tiene aparece pisoteando a un diablo ¿A qué me suena?


  Fuerte, brava, cabalga sobre un león o un tigre con su rizada melena negra al viento, sus azules ropajes despidiendo feroces rayos. Se llama también Parvati y Uma, es una de las formas que adopta Devi, la diosa suprema y es una personificación de Maia, la energía ilusoria  pero materialista que…mmm…bueno, pues eso, que le gusta mucho el color rojo.






Según entramos en el templo un brahmán o un espontáneo, que aquí nunca se sabe, nos agarra y nos lleva a un subtemplo que hay dentro del recinto donde encontramos un pequeño estanque de mármol con el lingam de Shiva en su centro. Sentados los tres alrededor de la fuente, comienza a hacer unos ritos muy complicados sin parar de rezar: su mano encima de la mía, la mano de S. con la mía arriba y después abajo; arroja unas flores mustias que estaban flotando en el agua al lingam después de pasarlas por nuestras frentes, repite lo mismo con unas hojas verdes, pone nuestras manos con las palmas juntas, después con los dorsos juntos, mi mano haciendo un bocadillo con las suyas, después las suyas con las mías… ¡Qué sé yo! Después extiende su mano para que pongamos en ella unas rupias.

Estoy convencida de que nos ha casado a su manera. 

Cuando salimos de allí entre emocionados y aturdidos, otro brahmán (u otro espontáneo)que está en un puestecillo en el centro del gran templo rojo y oro nos llama, nos pinta un círculo bermellón en la frente y nos ata al cuello un cordón de finísimos hilos de algodón negro delicadamente trenzado. ¡El collar de Durga la fuerte, la inaccesible, la poderosa! Después extiende su mano para que pongamos en ella unas rupias. Yo no quepo en mí de la emoción ¡La diosa santa ha correspondido a mi cutre ofrenda obsequiándome otro collar, pero éste bonito y con súper-poderes, estoy segura! 

     Cuidaíto conmigo: aún lo llevo en torno a mi cuello.



Vendedor de guirnaldas. Foto de S.M.




1 comentario:

  1. Muy buen post, escrito con sensibilidad y buen humor. ¡Qué recuerdos!... es leerte hablar de la Índia eterna y entrarme el mono... de la Índia, cuanto mono por allí suelto, hasta sus templos tenían los muy monos.

    ResponderEliminar