martes, 17 de noviembre de 2015

SU MARSELLESA

Algunas, muchas veces me dan envidia nuestros vecinos los franceses. Y este sábado, con el dolor y el estupor, también florecieron mi envidia y mi emoción al oírles cantar su himno de modo espontáneo a la salida del fútbol, cuando ya estaban al tanto del horror aún humeante.

La marsellesa, ese himno que tiene compases sublimes dignos de cualquier ópera de Verdi, tiene también y sobre todo en la letra que no se canta, ratillos turbios, racistas o algo violentos, pero no deja de ser grandiosa cuando siempre mejor a coro que en solitario, le canta a la "libertad amada", se pide el perdón para esas "víctimas tristes que a su pesar se arman contra nosotros"o cuando sencillamente se pregunta"¿qué pretende esa horda de esclavos?", palabras  hermosas, definitivas y clarividentes que también y sobre todo sirven para el momento actual.

Aquí, en nuestra innombrable España, no triunfó ni siquiera la letra que Pemán escribió para la Marcha Real, a pesar de que era patriótica hasta el tuétano y de que antes de que se pusiera a hablar de yunques y ruedas, muestra estampas nobles y bonitas como ese "seguir sobre el azul del mar el caminar del sol", una más de esas bellas y emotivas imágenes que los fachas manejaban bien y que en las letras de Montañas Nevadas o el Cara al sol, alcanzaron su brillantísimo cenit.

Si no triunfó la de Pemán, qué decir de la letra que ya en democracia escribieron Juaristi y De Cuenca por encargo, letras que por supuesto ya no recuerdan ni ellos, y aún menos una versión de la que no queda rastro con la que se atrevió el mismísimo Sabina.

Lo más parecido a la letra de nuesto himno, es una letrilla que vociferaban mis sobrinos de pequeños y con la que yo me moría de la risa, esa que dice aquello de "Franco, Franco, que tiene el culo blanco porque su mujer se lo lava con Ariel", tonta pero irreverente y con la que no se habrían atrevido Fofó y Miliki, allá en mi lejana infancia.

No quiero decir yo con esto que nos haga falta letra para un himno ¿eh?, y aún menos en este momento en el que nuestra piel de toro parece que se apurgara un poco por el noreste, pero es cierto que a ratos, por lo menos, consolaría.

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