sábado, 5 de diciembre de 2015

AZAHAR A DESTIEMPO

Flor y fruto obligados a vivir en buena armonía.
En estos días previos a navidad, pasear por Sevilla lleva aparejado un desconcierto olfativo fruto del cambio climático que ya vamos teniendo encima, un desconcierto dulce y refrescante, eso sí, pero que superada la sorpresa y el disfrute, no acaba de gustar. 

Cuando los naranjos de nuestras aceras deberían estar cuajados de naranjas en su punto óptimo de maduración, muchos de ellos, contrariados en su esencia por el anticiclón que se resiste a abandonarnos y que ha mantenido a esta mitad sur de la península en una falsa primavera cuando sonaban ya las doradas flautas del otoño, han florecido. Las naranjas también están ahí, pero comparten con las flores, celosas, la fresca oscuridad de sus ramas.

A esta ciudad que tan bien le sientan algunas veces los tópicos, sobre todo cuando son livianos y afortunados, el olor de la flor del naranjo en diciembre la tiene mareada.

Y es que hay un tiempo para cada cosa, y ahora, este azahar a destiempo, no es más que otro aviso del extravío de la naturaleza, una señal inequívoca de que se están rompiendo ciertos ciclos imprescindibles para la vida, un aroma agridulce y preocupante.